En una noche muy oscura y muy lluviosa estaba un hombre en medio de un solitario camino pidiendo que alguien lo llevara. Llovía tan torrencialmente que no se veía nada a más de dos metros.
De pronto, lentamente y sin mayores ruidos apareció un auto, como aparecido de la nada, y se detuvo ante él.
El hombre, sin pensarlo, abrió la puerta y se subió, y el auto se puso lentamente en movimiento...
Grande fue su sorpresa y susto, ya que al mirar hacia el asiento del conductor se dió cuenta que no había nadie. Mayor fue su angustia cuando vió que en el camino venía una curva... Se afirmó lo mejor que pudo, esperando lo peor, cuando de pronto al enfrentar la curva se abrió la puerta, entró una mano que tomó el volante y guió el auto a través de la curva. Esto mismo se repitió cada vez que había una curva, y el pobre hombre con un miedo indescriptible de pronto abrió su puerta, saltó al camino y corrió lo más rápido que pudo hasta el próximo pueblo.
Cuando llegó,- aún muy asustado- entró a un bar a calmar sus nervios y a relatar lo que le había sucedido. Al cabo de media hora de entrar en calor, secarse, contar su odisea y tomar unos tragos, entran dos hombres al bar, mojados hasta los huesos y cansados a más no poder, y al ver a nuestro héroe uno le comenta al otro:
- Mira Juan... ahí esta el malnacido hijo de perra que se subió al auto mientras nosotros empujábamos.
De pronto, lentamente y sin mayores ruidos apareció un auto, como aparecido de la nada, y se detuvo ante él.
El hombre, sin pensarlo, abrió la puerta y se subió, y el auto se puso lentamente en movimiento...
Grande fue su sorpresa y susto, ya que al mirar hacia el asiento del conductor se dió cuenta que no había nadie. Mayor fue su angustia cuando vió que en el camino venía una curva... Se afirmó lo mejor que pudo, esperando lo peor, cuando de pronto al enfrentar la curva se abrió la puerta, entró una mano que tomó el volante y guió el auto a través de la curva. Esto mismo se repitió cada vez que había una curva, y el pobre hombre con un miedo indescriptible de pronto abrió su puerta, saltó al camino y corrió lo más rápido que pudo hasta el próximo pueblo.
Cuando llegó,- aún muy asustado- entró a un bar a calmar sus nervios y a relatar lo que le había sucedido. Al cabo de media hora de entrar en calor, secarse, contar su odisea y tomar unos tragos, entran dos hombres al bar, mojados hasta los huesos y cansados a más no poder, y al ver a nuestro héroe uno le comenta al otro:
- Mira Juan... ahí esta el malnacido hijo de perra que se subió al auto mientras nosotros empujábamos.
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